Como comunicarme con mi Angel

Los Ángeles son seres de Luz creados por Dios para servirlo a El en su creación. 

Nosotros somos creación de Dios, asi que muchos de los Ángeles, por Amor a Dios y a toda su creación, nos ayudan, protegen y socorren. 

Quede claro, por favor, que los Angeles no están a nuestra disposición, sino que están a disposición de Dios y es El quien amorosamente envía a algunos de ellos a asistirnos. De allí la rebelión. 

Imaginen un grupo político en desacuerdo con una medida impuesta por el gobierno. Luzbel pensó que era demasiado perfecto como para tener que estar pendiente de la creación mas amada de Dios: el hombre. Y quiso rebelarse poniendo en su contra a otros hermanos. - Ni siquiera lo hemos visto jamás, como saber si realmente existe! - Profirió en su discurso, haciendo dudar a miles. 

Y gritó: - Síganme! No los voy a defraudar- No, perdón. Gritó: síganme! - Viendo que muchos lo hacían agregó: Quien como yo!! 

En ese preciso momento, su hermano predilecto saltó contra el desenvainando su espada, al tiempo que gritaba: Quien como Dios!! Nadie como Dios!! 

Adivinen quien fue. Si. San Miguel. 

Aquí tenemos el origen del desastre. La ideología de Luzbel CARENTE DE FE. Dudaba que Dios existiera, si nunca lo habían visto. De modo que pensó que podía desobedecerlo. 

Pero, San Miguel aun sin haber visto el rostro de Dios, desenvaino su espada contra su, hasta entonces, amado hermano. Convirtiéndose Luzbel en Lucifer, pasando a representar la soberbia, la falta de fe, el orgullo y la vanidad. 

San Miguel en cambio, represento la Fe que no se quiebra y se levanta en contra de Lucifer, expulsándolo del paraíso junto a sus militantes. 

Esta historia inicial es fundamental para entender la comunicación con los ángeles. Hay un elemento importante para que ésta sea posible: LA FE. 

La Fe abre puertas, y deja que todos los recursos necesarios para acomodar nuestra vida según voluntad divina lleguen a nosotros. 

La Fe activa la Llama Sagrada de nuestro corazón, reconectándonos con nuestro Ser Superior, es decir, con Dios.

Los ángeles no habitan lejos nuestro, imposibles de oír. Están, ahora mismo, susurrándote amorosamente al oído, pero la soberbia, el orgullo, la vanidad, el ruido, te han impedido oírlos. 

Para escucharlos es necesario aquietar el alma. 

Esto quiere decir, parar. Dejar de pensar en lo que no fue, en lo que no puedo cambiar, en lo que daña, en lo que cansa. Es detenerse y respirar hondo tres veces. Inténtalo, es solo respirar hondo. 

Aquietarse es tambien hacer silencio. No solo de los ruidos externos, sino de los internos. De callar la mente y escuchar el suave arrullo del corazón. 
Inténtalo, es solo hacer silencio. 

Ya el panorama es distinto cuando hacemos de la Fe y del silencio un hábito. Entonces sus voces amorosas empiezan a hacer eco en nuestra realidad, acercándonos a situaciones amorosas, casi mágicas, llenas de causalidades. 

Atenuando el desorden interno y externo, y fortaleciendo cada vez mas nuestra Fe. 

Cuando hayas hecho de esta causalidad una costumbre, estas listo para más. 

Ya has aprehendido la Fe, has logrado aquietarte y estas acostumbrado a dejarte llevar por situaciones causales que parecen acercarte a las soluciones y respuestas que en ese momento necesitas. 

Ahora puedes tomarte un momento a solas, hacer la señal de la cruz y rezar: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastara para sanarme- Y escucha... 

Disponte a escuchar sin prisa, sin ansiedad. Con Fe y con el alma aquietada. Con la mente silenciosa y el corazón abierto de par en par. 

Los oyes? Allí están... Susurrándote amor. Diciéndote que todo estará bien. Que no importa por lo que estes pasando hoy, ellos están aquí, y estuvieron aquí siempre. 

Ahora escribe lo que has visto, o la palabra que ha sobrevenido a esta oración bellísima. Y reflexiona sobre ello, el tiempo que sea necesario, hasta entender su mensaje. 

Cuanto mas ores, mas claro los entenderás. Y tu vida estará llena de acontecimientos causales que te acercaran a la resolución de todos tus conflictos internos y externos, sanando aquellas heridas que hacen eco en tu realidad y reemplazándolas por la virtud que necesites para seguir adelante. 

Cuando dejamos entrar a Dios en nuestra vida, El se sirve de nuestras herramientas para comunicarse, y aunque no veamos su rostro, descubrimos que siempre estuvo allí.

Por Patricia Méndez